Reseña Histórica del Día del Idioma
El origen del llamado “Día del Idioma”, que en estricto sentido, se remonta al 23 de abril del año de 1922; es decir, hace precisamente cien años. Esta celebración nació y fue bautizada con el nombre de “Fiesta del Idioma”. Su cuna fue la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz, en España. Y el padre o autor de esta festividad, fue nadie menos que el ilustre colombiano, historiador, diplomático y académico de nota José María Pérez Sarmiento. Así consta en la Memoria elaborada y leída en dicha Academia por Fray Tomás Lahorra de la comunidad de la Orden de San Agustín y publicada en la Litografía Tipografía Rodríguez De Silva, de Cádiz; publicación que en la actualidad, sobra decirlo, constituye una verdadera rareza y curiosidad bibliográfica. Consta, así mismo, que la mencionada celebración, se realiza en conmemoración del 306 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Ciertamente, nada más significativo que haber asociado una celebración de tal naturaleza a la fecha misma en que todos los pueblos del orbe conmemoran la muerte del inmortal Miguel de Cervantes Saavedra, acontecida en el año 1616. De ahí que, para cuantos tenemos la suerte de hablar y escribir el castellano, resulta lo mismo decir Fiesta del idioma, Día del idioma o Día de Cervantes. Son, sencillamente, tres expresiones tan correlativas y tan connaturales que en manera alguna se puede mencionar la una sin dejar de reflexionar en la otra. En el rito esotérico y solemne de las letras castellanas, el nombre del creador de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha surgirá siempre omnipotente y será del todo inseparable de la palabra Idioma. Uno y otros habrán de confluir a una misma cúspide: la magna obra del ingenio humano que contiene y destila el zumo milenario del idioma de Castilla. Con posterioridad a la referida festividad, sin que nos sea dado establecer con la debida precisión, desde cuándo se cambió dicha denominación por la de el “Día del Idioma”, el hecho cierto, es el de que, desde hace ya mucho tiempo, los países hispano hablantes, año tras año, la fecha del 23 de abril ha sido consagrada a dicha celebración. En cambio, en cuanto a Colombia se refiere, sí tenemos pleno conocimiento de que fue establecido el 23de abril de 1938, mediante el decreto No 707.
Ante la sorpresiva revelación de que haya sido un compatriota nuestro en quien recae la paternidad de tan acertada iniciativa, es apenas justo que la historia de nuestras letras registre el nombre de José María Pérez Sarmiento, en su condición de autor de esta tradicional celebración.
Además del culto profesado con tanto esmero a la lengua castellana, se impone señalar sin temor a incurrir en equivocación alguna que, en nuestro país, mejor que en ninguna otra parte, desde lejanos tiempos, se ha tributado una especial devoción a la vida de Cervantes y a su obra perdurable El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ciertamente, resultaría muy prolijo referirnos a los ensayos y obras que, desde las postrimerías del siglo XIX hasta la actualidad han publicado eminentes colombianos. Toda una pléyade de escritores y humanistas que han enriquecido de manera destacada nuestra bibliografía cervantina. Al igual que, sobre manera valiosa y de merecidos reconocimientos, aún fuera de nuestro país ha sido el considerable número de estudios críticos, análisis, diccionarios y textos gramaticales de la lengua castellana.
En realidad de verdad, creemos que no incurrimos en exageración alguna al decir que, desde hace mucho tiempo, nuestra patria ha sido el lugar en donde mejor y con más esmero se cuida el tesoro lingüístico que nos corresponde por derecho de herencia y de inteligencia. Lo anterior, sin dejar de reconocer con la más viva preocupación que, en los últimos años ha venido muy a menos en culto a nuestro idioma. Quizás hemos olvidado que “uno de los factores más grandes de patriotismo, y a la vez uno de los más eficaces elementos educativos, está en el cultivo de la lengua materna”. Se hace inaplazable, sobremanera, retornar a las fuentes nutricias de nuestro idioma para mantenerlo con la vitalidad y entereza que requiere preservarlo de la contaminación que ahora padece. Somos partidarios de su evolución –el castellano no es una lengua muerta–, pero nunca de su deformación, ni mucho menos de su incorrección.
Con motivo de esta conmoración centenaria, nada más indicado ni oportuno que reproducir en toda su integridad la publicación que tiene por título: Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz – Fiesta del Idioma. Publicación centenaria que nos da cuenta suficiente de la sesión académica efectuada el día domingo 23 de abril del año 1922. A la vez que nos depara la ocasión de disfrutar la lectura de la Memoria y demás intervenciones programadas.
Volver cien años atrás de tan singular episodio, constituye, a todas luces, un motivo para compenetrarnos con todas y cada una de sus colaboraciones, en las que apreciamos la creación y conocimientos, el estilo y sentimientos propios de sus autores y de su época lejana.
Han transcurrido nada menos que cien años de propicia recordación, cuyo objeto fundamental no es otro que, el que tiene que ver con la vida, desarrollo y evolución lingüística, al igual que el haber propendido con el cuidado y el interés requeridos, por la defensa y pureza del idioma.
Con sobrada razón se ha dicho: “Quien desee penetrar en el alma misma de un pueblo, debe ante todo conocer las diversas manifestaciones que ilustran al observador sobre el espíritu de dicho pueblo”.
Y una de estas manifestaciones es la de tener pleno convencimiento de que la lengua castellana, en el concierto universal, ocupa un lugar preponderante. A este respecto se ha escrito: El español no es ajeno a esta corriente de globalización cultural; es más, el español es una de las lenguas protagonistas de la globalización, la tercera más utilizada en las redes y la segunda lengua de comunicación internacional.
En fin, el recobro especial de la “Fiesta del Idioma” constituye una plena demostración de que, en modo alguno, hemos sido indiferentes ni mucho menos hemos echado al olvido, la centenaria conmemoración de una fecha de tan excepcional importancia y trascendencia como es la consagrada al “Día del Idioma”.
En esta feliz ocasión, nos permite renovar y acrecentar nuestro natural afecto intelectual y sentimental al tesoro de nuestra lengua castellana. Y como ya lo hemos escrito, y reiteramos ahora, es preciso volver una y otra vez, por la integridad y la supervivencia del idioma castellano: en el hogar, en los planteles educativos, en la cátedra, en el foro, en la tribuna, en los medios de comunicación, en los lugares de trabajo, en fin, en todas partes y a todas horas, en que debamos utilizar el idioma “como factor de comprensión, de unidad, de comunicación, de polémica, de protesta”, y como medio de inspiración, de superación y de conquista. Y ¿por qué no decirlo?, como un instrumento vital y espiritual, para que perduren todo el encanto, el enigma y la fugacidad de nuestros sueños.
Luego de estos predicamentos, imposible no recordar que don Miguel de Unamuno, “llegó a identificar la lengua con la vida y la vida de la lengua con el alma”. Aún más, imposible no identificarnos plenamente con la expresión y el convencimiento de sus creencias: Creo, además, que el alma de un pueblo vive en su lengua y por su lengua, y que es ella nuestro tesoro espiritual; creo que se piensa con palabras y que cada idioma lleva virtual su filosofía propia, que se impone a cuantos la hablan; creo que la lengua es la sangre del espíritu y que la hermandad espiritual es lingüística; creo que en el principio fue la palabra y por ella se hizo cuanto es de espíritu y vida, y no materia inerte. Tal es mi bien.
Comentarios
Publicar un comentario